Carta de publicada per Margarita Pato Tellada a La Nueva España, diari asturià en l'edició on line com a resposta a una entrevista que aquest diari feia a Pilar González del Valle, marquesa de la Vega de Anzo i experta en tauromàquia. En aquesta entrevista la marquesa deixava anar perles com "Los cazadores són los primeros ecologistas. Aman el campo y a los animales" o "Esa cosa tan ridícula de las autonomías..."
El 17 de agosto fue publicada en este diario una entrevista con la experta en tauromaquia Pilar González del Valle, marquesa de la Vega de Anzo. Cuando el periodista afirmaba que los antitaurinos denuncian la parte sangrienta de la fiesta, ella responde categóricamente: «Ni mucho menos. Es algo absolutamente cultural». Pues la UNESCO (máxima autoridad mundial en materia de cultura) dictaminaba en 1980 que «la tauromaquia es el banal arte de torturar y matar animales en público. Traumatiza las mentes sensibles y agrava el estado de los neurópatas, atraídos por estos espectáculos?». Señora marquesa, también es algo «absolutamente cultural» la extirpación del clítoris a las niñas africanas y nosotros lo vemos como una aberración. La cultura es aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible. La crueldad que humilla y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura. Dice también doña Pilar González que «los toros son una tradición desde tiempos ancestrales», pero ¿desde cuando la violencia y la destrucción son dignas de perpetuamiento histórico? También le preocupa a la marquesa que «sin el toro de lidia 500.000 hectáreas no servirían para nada». Pues pueden colocar en ellas placas solares o algo constructivo, y si de todas formas ya no servirían para nada, ¿sabe cuántas hectáreas de tierras han quedado inservibles en los pueblos españoles tras la emigración a las ciudades en busca de una vida mejor? El progreso hizo que muchas tierras de cultivo hoy ya no sirvan para nada y el progreso (que no admite tortura gratuita a un animal) hace que todas esas hectáreas de las que usted habla dejen de ser el macabro lugar donde los toros están condicionados desde su nacimiento para representar, junto con el caballo, este fatídico guión dividido en «tres suertes» en las que unos diestros (para otros siniestros) acosan y castigan a un noble toro manipulado y traicionado con arpones que muere ahogado en su propia sangre, con los pulmones destrozados por la espada o apuntillado con un puñal con el que intentan seccionarle la médula espinal. Señora Pilar González, en la última corrida de la feria de Begoña, el quinto toro después de 14 descabellos fue matado a tiros, pero no pasó nada, simplemente fue una mala faena, pero que proporcionó al toro un sufrimiento indescriptible que usted jamás hubiera podido soportar. También dice la marquesa de la Vega de Anzo que «el toro es un ser maravilloso que debemos proteger», pero Calderón de la Barca decía que «no hay mayor monstruo que aquél que mata lo que ama».
Hoy miles de especies se extinguen diariamente y, por ejemplo, al lince no hace falta torturarlo para protegerlo. ¿Usted cree que cuando el pobre animal chorrea sangre hasta la pezuña, arponeado y atravesado, vomitando sangre, encharcados los pulmones, se va a acordar de su especie? ¿Cuando te pegan te duele a ti o le duele a tu especie?
También dice Pilar que «para un toro no morir en la plaza es una indignidad». ¿Le resulta digna una muerte larga y agónica donde el griterío incesante te impida encontrar un segundo de consuelo? No es muy digno morir porque acaban de reventar tu bolsa de oxígeno mientras por tu boca sale un caudal de sangre que se une a las babas y el moco que te ha acompañado durante la lidia, y todo eso entre aplausos. Señora Pilar, en el caso de que los toros pudieran hablar dirían que les dejaran en paz. No es muy digno cuando, ya inmóvil en el suelo, sientes cómo te rebanan las orejas hasta desprenderlas de la cabeza, donde siempre han estado desde que recuerdas. A veces le pasa lo mismo al rabo. Ahora sólo puedes desear morir antes de llegar al desolladero, pero a veces el destino es tan cruel que ni siquiera eso sucede. Si usted hubiera nacido toro tendría el honor de haberse convertido en la protagonista de una historia de pasión, de identidad cultural, de negocio. Todo esto puede parecer sugerente, pero el hecho de que ninguna de las personas que leen estas líneas daría su consentimiento para cambiarse por él da, cuando menos, que pensar. Señora Pilar, las corridas de toros son salvajes y repugnantes, y dan la oportunidad de deleitarse y enriquecerse con esta aberración.
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