diumenge, 7 de març del 2010

TOROS, CHURRAS Y MERINAS

Aritcle de Pilar Rahola publicat ahir a La Vanguardia:

Parecía que las posiciones estaban claras. Unos defienden su derecho a pagar por disfrutar de su afición, la cual pasa por ver cómo se maltrata y muere un animal. Pagar por ver el sufrimiento animal, ese es el verbo que hace la diferencia, tal como planteó Jorge Wagensberg en el Parlament. Y otros estamos por prohibir que los gustos primitivos de alguien pasen por el sufrimiento de un ser vivo. Hasta aquí, el relato esencial. Y, de hecho, en cualquier país normal, esas serían las ideas motrices del debate. Pero ni Catalunya en un país normal, ni lo es España, especialmente cuando ambos lados del puente aéreo se ponen estupendos, sacan la barretina y la muleta, y se enzarzan en peleas simbólicoesenciales, cuya utilidad sólo sirve para vaciar el estómago.

Dicen unos, esta tradición es española y hay que erradicarla; dicen otros, esta tradición es española y hay que protegerla. Y así, la "fiesta nacional", profusamente nacionalizada por ambos lados, se convierte en un debate esotérico sobre esencias patrias, donde el cúmulo de tonterías supera lo imaginable. Sólo hace falta pasearse por los debates de las nuevas cadenas de televisión para entender hasta qué punto hay algo de "lo español" que se da de bruces con la inteligencia.

O leer el decreto que se ha sacado de la manga doña Esperanza Aguirre para salvar España, a través de la fiesta. De la misma manera, hay algo de "lo catalán" que, además de la inteligencia, se da de bruces con la mínima coherencia. El debate de los correbous, por ejemplo, fue un ejercicio de hipocresía nacional-catalana, como pocos he visto en los últimos tiempos. De la mano de Convergència, y con el visto bueno del resto –a excepción de ICV, nobleza obliga–, nuestro Parlament certificó que la tortura es permisible si se hace con barretina. Toros no, correbous sí, y devoren ustedes la pertinente dosis de cinismo. Entre tanto ruido de nacionales de uno y otro lado, el debate se abigarra con munición pesada y pierde su único sentido: la defensa o la prohibición de una tradición cruel.

Si me permiten, pues, los únicos de verdad en toda esta historia somos los que estamos a lado y lado de la barrera: los que aman la fiesta, generalmente porque se socializaron de pequeños, y la disfrutan, a pesar de su crueldad; y los que la detestamos, porque no podemos entender que en nuestra sociedad se permita el disfrute de un ser humano a través de la tortura a un animal. Taurinos y antitaurinos, quizás con esa simpleza y, a la vez, con esa complejidad. Sin embargo, las palabras que deberíamos cruzarnos, incluso con todo el encono, no se oyen por culpa del ruido nacional-patrio. Déjense de España y Catalunya, tanto monta, porque lo único que monta aquí es tradición frente a crueldad. Es el único dilema y el único debate. Lo demás son sermones de la montaña. Puro arribismo político.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada