Article de Ruth Toledano publicat a El País el 26/12/08:
Como se acercaba el 25 de diciembre, fun fun fun, nos fuimos al norte de visita familiar prenavideña. En los tejados y los rincones de la ciudad aún quedaba una espesa capa de la nieve que cayó hace unos días. La mañana era fría, pero lucía un sol espléndido y salimos a pasear. Pasamos primero a comprar pan, a la vuelta de la esquina, porque dijeron que ahí era muy rico, de horno de leña o algo así. No entramos. En la puerta de la tahona habían pegado un cartel: "Se asan animales". Todo en mayúsculas. En ese momento, una señora abrió esa puerta, con una baguette en una mano y, en la otra, la correa de su Yorkshire, que salía vivo. Juro por mis muertos de muerte natural que ella llevaba un abrigo de visón. Volvimos a mirar el cartel: "Se asan animales". Todo en mayúsculas y con una caligrafía escalofriante.
Sentíamos lo que sentimos siempre nosotros, los vegetarianos, ya nos
conocen: repugnancia y tristeza. Pero además un profundo desconcierto: nunca
habíamos visto eso que rechazamos expresado de manera tan cruda. Quizás
habíamos pasado ya, sin prestarle atención, por delante de un restaurante
con un gran cartel que dijera "Asador"; de hecho, ya nos habíamos detenido
ante el escaparate de una tienda con productos delicatessen, exquisitamente
decorado, en el que las piezas de fruta más seductoras y las bebidas más
escogidas se mezclaban con fiambres y foies cuyo cruel origen estaba
convenientemente disfrazado de lujo y distinción. Acostumbrados a ciertas
imágenes y a determinadas palabras, dejamos de ver lo que significan: siendo
lo mismo, el escaparate del gourmet disimulaba con finura lo que el cartel
de la tahona nos había mostrado en su más grosera naturaleza.
Pero estábamos de visita navideña a la familia ("tengamos la fiesta en
paz"), así que continuamos nuestro paseo con toda la placidez que nos
permitieron las imágenes que seguían asaltándonos ("Se asan animales": y no
veíamos sólo corderos y conejos y cochinillos -animales-, sino también
yorkshires y labradores y bulldogs franceses -animales- y gatitos siameses y
atigrados y de angora -animales- y hurones y hámsteres y periquitos
-animales-. Yo los veía a todos haciendo cola, algunos con sus collares y
sus correítas, muy formales, en fila como quien va a llevarse una baguette,
esperando su turno para ser asados en ese horno de leña o de algo así donde
es famoso el pan porque sale riquísimo). Entonces nos llevaron a ver el
Belén gigante. Con su José y su María y su niño, como es natural; y sus
hilanderas y sus pastores y sus campesinos y sus soldados y su molino con
agua corriente de verdad. De verdad eran también unas ovejas de cara negra
que asistían a su propia escena con envidiable serenidad y unos ponis de
pelo largo que estaban atados dentro de un cercado y daban la espalda a los
niños que los observaban con admiración, ignorantes, porque ninguno de los
adultos presentes se lo contaba, de que aquel corderín tan mono y que daban
tantas ganas de abrazar quizás iba a ser asado por la tarde en la tahona
donde se compran las baguettes. Yo tampoco dije nada ("tengamos la fiesta en
paz").
Hace pocos días la policía desmanteló un matadero clandestino en Villarejo
de Salvanés. No lo hizo porque dieran ganas de abrazar a las ovejas y a sus
bebés sino porque los tres miembros de la misma familia que fueron detenidos
estaban haciendo el agosto navideño distribuyendo en toda la Comunidad de
Madrid corderos, para asar, sin control sanitario ni veterinario, sin
registro ni medidas higiénicas e incumpliendo las más mínimas normas de
"sacrificio". Para estas fiestas tan entrañables, el matadero mantenía una
intensa actividad: dentro de la nave había más de un centenar de cadáveres y
otros tantos corderos vivos esperando su turno, nos podemos imaginar que en
un ambiente distinto al del Belén gigante que hacía las delicias de los
niños. Por 200 euros, a su vez, podía usted hacerse con un cerdo completo en
el matadero ilegal de Colmenar Viejo que también ha desmantelado la Guardia
Civil. Medicados con antibióticos caducados y alimentados con leche podrida
pero, cómo no, convenientemente troceados si ese era el deseo de usted.
Dicen que en el momento de la detención había seis cochinillos, es decir,
seis cachorros, listos para matar y que "la manipulación" se realizaba de
cualquier manera. Lo cuento porque supongo que a los carnívoros les
interesarán estas informaciones, aunque por distintos motivos que a mí. Pero
la vida sigue, también para los vegetarianos, así que, feliz Navidad. Y si
ustedes creen que he pretendido amargarles el pavo, están en lo cierto: era
mi intención. Para que tuviéramos la fiesta en paz.
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