dimarts, 22 de setembre del 2009

ESCUELAS DE BRUTALIDAD

Article d'opinió publicat al diari El País el dia 17/09/09:

Debe ser muy difícil entender que maltratar animales, donde sea y como sea, es costumbre brutal y degradante. No hay excusa cultural, tradicional o económica (las cuentas de resultados de las ganaderías) que lo justifique. Personas que se conmueven con la agonía de un gorrión o tiemblan ante los sufrimientos de un perro, acuden sin embargo gozosas y expectantes a salpicarse de la sangre de un toro en nombre de una chicuelina o de los 500 años de historia que perdure la matanza. El caso del Toro de la Vega que se destripa en Tordesillas junta todos los estigmas de la barbarie. Jinetes a caballo provistos de lanzas, seguidos y aclamados por una multitud ansiosa -unos 25.000 el martes pasado-, acorralan y alancean un toro en los alrededores de la localidad; incluso premian al fulano que consigue el abyecto honor de dar muerte al animal. Gran consternación ha causado el que en la última fiesta el premio haya quedado desierto. No porque el toro Moscatel no fuera acuchillado y muerto, faltaría más, sino porque fue picado antes de salir de la ciudad. Que no se diga que en Tordesillas no respetan la tradición.

Resulta irrelevante qué sentido ritual o mítico pueda tener el Toro de la Vega y, por extensión, cualquier maltrato y muerte de un animal. A todos los efectos, la barbarie debe explicarse sencillamente porque un grupo de personas desean maltratar y matar al toro o contemplar como muere. Eso debería ser un delito, porque es una regresión individual y colectiva y porque contamina un espacio público con una pedagogía brutalizadora.

No es fácil suprimir la carnicería. Hay mucho erudito de aldea que vive de exaltar las hondas raíces del festejo sangriento, mucho desocupado mental que espera el día de autos como el momento más excitante de su vida, dispuesto a contar una y otra vez durante todo un año como se acercó a 20 metros del toro y mucho viajero de aluvión dispuesto a bañarse en exotismo carpetovetónico. Son muchos votos y la autoridad moral de los ayuntamientos hace tiempo que desapareció o se entregó al recurso del pan y circo a cambio de la comprensión de festejantes y clientes hacia los enjuagues inmobiliarios de los municipios.

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